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jueves, febrero 08, 2018

Los secretos de la vida matrimonial de los duques de Windsor


                                                                  Los duques de windowr                                                                     
Ana Alejandre

Aunque no me interesan ni poco ni mucho los cotilleos de la alta y de la baja sociedad, pues ambos estratos sociales tienen sus líos, amoríos, dobles y triples vidas, y demás escarceos que solo deben importar a los propios interesados, hay unos personajes que son siempre motivo de comentarios desde que se conocieron y casaron hasta la actualidad, cuando ambos llevan ya muchos años muertos.

Son el Rey Eduardo VIII de Inglaterra y, después de su abdicación, duque de Windsor, y su esposa, la americana y divorciada dos veces Wallis Simpson, por la que el primero abdicó al trono, en 1936, y, por dicho motivo y la identidad de la mujer elegida para ser su esposa, se produjo el mayor escándalo protagonizado por un miembro de la Familia Real británica en la primera mitad del siglo XX, además de ser el único monarca inglés que abdicó por cuestiones amorosas.

Pero el motivo de este comentario no es la abdicación del monarca por amor, sino la publicación de la última biografía de Wallis Simpson, «La historia de amor no contada de la duquesa de Windsor», en la que no se habla de los amantes, amoríos o caprichos que tuvo esta extraña mujer estando casada con él, y lo que ello puede explicar de la verdadera naturaleza de ese matrimonio, como han hecho otras biografías suyas, sino que explica quién fue su verdadero amor (por entonces) y no era su marido.

Uno de esos amantes de los que también habla este último libro, fue un simple vendedor de coches, llamado Guy Marcus Trundle, quien, según parece, presumía de que todas las mujeres se rendían a sus encantos y con el que existen evidencias de que mantuvo “relaciones íntimas” cuando iniciaba su relación amorosa con el entonces Príncipe de Gales, según informes del Servicio Secreto británico.

Si embargo, en fechas muy recientes, el escritor Andrew Morton, autor de esta nueva biografía sobre la polémica mujer norteamericana, afirma que el verdadero amor de esta enigmática mujer no fue ni su real marido ni su otro amante antes citado, cuando ya era la duquesa de Windsor, es decir, cuando estaba casada con el duque antes llamado a reinar.

Esta afirmación no extraña a quienes han vertido ríos de tintas sobre esta peculiar pareja, pues eran famosas sus fiestas, orgías y aventuras con uno y otro sexo, que es una forma eufemística de decir que al duque de Windsor le gustaba algo más que las mujeres y a su esposa le gustaban demasiado los hombres.

Pues bien, la afirmación de este biógrafo (que también lo fue de la Princesa Diana) de que el verdadero amor de la duquesa no era ni su marido ni el vendedor de coches, se basa en que la dama en cuestión intentó seducir a su «amor secreto», Herman Rogers, solo dos días antes de casarse con quien fue su marido. Además, el escritor afirma que Willis Simpson estaba dispuesta a no casarse si hubiera podido contraer matrimonio con su amado, al que el propio biógrafo define como un «hombre atractivo, con cabello castaño, porte de atleta, graduado en Yale y felizmente casado».

El matrimonio Rogers que mantenía una excelente relación de amistad con la futura duquesa, fueron quienes le brindaron todo su apoyo cuando se produjo el escándalo por la abdicación del entonces rey. Cuando ella huyó a Francia, estuvieron a su lado, mientras se preparaba la boda.

A pesar de su amor no correspondido por quien era solo un amigo leal, Willis y el Príncipe Eduardo contrajeron matrimonio el 3 de junio de 1937, aunque ella nunca olvidó ni dejó de amar al hombre que siguió casado felizmente con otra mujer. Cuando la esposa de este, Catherine, falleció por cáncer, en 1949, creyó que le había llegado una nueva oportunidad de reclamar la atención, desde el punto de vista amoroso, del recién viudo, pero la suerte no la acompañó tampoco en ese momento, pues otra mujer fue la elegida, Lucy Wann, que pasó a ser la nueva esposa de Roger un año después.

Este nuevo golpe a su ego, le hizo sentirse despechada y furiosa cuando se enteró de la nueva boda del hombre a quien amaba. Eso le llevó a escribirle un telegrama antes de que se celebrara el nuevo matrimonio, en la que le suplicaba «No hagas nada hasta que llegue. Firmado: Tu ángel de la guarda». Sin embargo, su petición no causó ningún efecto en la decisión de él de casarse con su prometida y la boda se celebró sin contratiempo.

Wallis, furiosa, le envió un regalo de bodas, a todas luces despreciativo, que es lo que, según dice el propio biógrafo, «lo que un Windsor le daría a una doncella», lo que quiere decir que es una simple bolsa de paja. Además, la duquesa llegó a la boda vestida de blanco, en un gesto descortés hacia la novia que, según el protocolo, es la única que puede vestir ese color en la ceremonia nupcial para no quitarle el debido protagonismo. También, cuando ambas mujeres se quedaron a solas, amenazó a la recién casada con una frase en la que vertía todo el caudal de despecho que tenía por no ser la elegida: «Te haré responsable si algo le sucede a Herman. Él es el único hombre que he amado».

Willis fue por sus amantes, su enigmática y fuerte personalidad y su propia ambigüedad una figura controvertida entonces y en la actualidad. Hubo periodistas de la época y, aún más recientes, que afirmaban que era un transexual, por sus duras facciones. Incluso el biógrafo Michel Bloch interrogó a un psiquiatra sobre el sexo de la duquesa, el doctor John Randall, quien afirmó sin dudarlo, después de compartir pruebas con algunos colegas, que la duquesa era un hombre Sin embargo, Wallis ha pasado a la historia como una mujer que le costó el trono a su marido, quien renunció por amor a su amada, plebeya y divorciada que nunca hubiera sido aceptada como reina por la sociedad británica de entonces.  

Existen otras leyendas publicadas que hablan de que la duquesa había vivido en Shanghái, en la década de los veinte, y ejerció de madame en un prostíbulo. De ello podía venirle el conocimiento de artes amorosas que la hacían tan irresistible para los hombres, a pesar de no ser una mujer especialmente agraciada.

Pero, también, existen otras teorías de que su abdicación se debía a la débil personalidad y falta de carácter del entonces rey Eduardo VIII, que encontró, en la oposición a la mujer que había elegido para compartir su vida, una disculpa y una razón válida que le permitiría renunciar a ser el nuevo Rey del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y emperador de la India, a la muerte de su padre Jorge V, heredando el trono, por su abdicación, su hermano con el nombre de Jorge VI, a quien le sucedió su hija, y sobrina del Duque de Windsor, la actual Reina Isabel II.

Muchas veces, la verdad sólo la conocen los propios interesados y en este caso, si ella no amaba a su marido como es de esperar en una esposa -lo que pone en evidencia sus continuos escarceos amorosos-, puede ser que el matrimonio entre alguien de carácter tan débil como era el duque de Windsor y una mujer de tan fuerte personalidad, podría encubrir algo más y distinto a un apasionado amor, y ser  una mera unión útil para ambos, ya que él tendría, primero, una justificación para no reinar, tarea que parecía que excedía sus fuerzas y era contrario a su temperamento  poco decidido que ya advirtió su padre, el Rey Jorge V; y, segundo, porque ella le serviría de  aliciente en su vida libre de obligaciones institucionales, y llevar  su propia vida más acorde a su naturaleza en la que se destacaba la timidez y cierta introversión. Y, para ella, porque dicho matrimonio le permitiría pasar de ser una mera ciudadana norteamericana de clase acomodada, doblemente divorciada, a Duquesa de Windsor, ya que, por ser inteligente e interesante en su carismática personalidad, debió atraer a una persona menos brillante, tímida, e impresionable como era su marido.

Del duque de Windsor se ha escrito mucho de sus escarceos siempre con mujeres mayores que él y casadas. Sus preferencias sexuales no eran nada ortodoxas. Está comprobado y demostrado que era masoquista y que sentía placer siendo humillado por sus amantes, según testimonios de dos de sus famosas amantes que precedieron a Wallis, Dudley Ward y Thelma Furness. Según manifestaron al duque le gustaba ser sometido por las mujeres que tenían que llevar la voz cantante y tener el papel dominante. Sus relaciones incluían desde ponerse pañales y dejar que la “nana” le regañara; o bien, disfrazarse de sirviente y convertirse en esclavo de su “dueña” o “ama”, tal como afirma el escritor Charles Higham en una de sus biografías dedicada al duque, aunque intenta desdramatizar esas prácticas, ya que afirma que son muy comunes dentro de los miembros de la aristocracia británica.

Otro rumor constante es que el duque de Windsor tenía tendencias homosexuales, aunque a excepción de una relación en la Universidad de Oxford con un profesor, todos los biógrafos señalan que nunca fue un homosexual practicante.

Portada de "Bailando con el diablo"
Un libro escrito en 2001, por el periodista Christopher Wilson, quien por las confidencias que le hizo una sirviente de los duques cuando vivían en Paris, pudo escribir Dancing with the devil (Bailando con el demonio), un libro que por primera vez cuenta las intimidades del matrimonio de los Windsor. Y allí se habla de otro gran amor de Willis Simpson que era el multimillonario y playboy Jimmy Donahue, primo de la también multimillonaria Bárbara Hutton, nietos ambos de Frank W. Woolworth, dueño de la cadena de almacenes que llevaba su nombre. Ella, por ser hija única, se convirtió en la mujer más rica del mundo, ya que en 1930 heredó la inmensa fortuna de 238 millones de dólares. Vivió siete matrimonios, incluyendo con Porfirio Rubirosa y Gary Grant que se hicieron famosos en su época.

La inmensa fortuna de ambos primos sirvió para financiar la lujosa vida de los duques durante cinco años, quienes se convirtieron en personajes reclamados por la jet set internacional y eran subvencionados por muchos de ellos.

El mencionado libro de Bailando con el diablo, habla de que después de 14 años de matrimonio, la duquesa con 53 años, se encontraba totalmente frustrada sexualmente, y fue cuando conoció a bordo del barco Queen Mary al  millonario, 20 años más joven, Jimmy Donahue, homosexual, promiscuo y, según algunos testimonios, sádico, pues en una ocasión tuvo problemas con la justicia por castrar a un soldado con una cuchilla de afeitar, según afirma el autor de esta obra

Desde entonces metió a Donahue en su cama y ahí permaneció los próximos
La duquesa de Windwor con Jimmy Donahue
cuatro años y tres meses”, relata Wilson
. "Rubio, delgado, muy bien parecido y además con un gran sentido del humor, se ganó el afecto de una sociedad que rechazaba la homosexualidad, y también el afecto y simpatía de los Windsor, especialmente de Wallis.

Jimmy Donahue era declaradamente homosexual y el duque tenía fama de ser un homosexual reprimido. Por ello se llegó a hablar de un triángulo de naturaleza sexual entre los Windsor y Donahue. Sin embargo, esto se considera más una leyenda que realidad y en lo que hay  unanimidad es que para el duque la relación entre su esposa y el millonario playboy no era desconocida, pero fingió no darse cuenta frente al adulterio de su esposa. Algunos insinúan que su silencio se debía a que el propio duque tenía relaciones sexuales con el millonario, también.

Durante los años que duró la relación entre la duquesa y el millonario, ella pensó en abandonar a su esposo para casarse con su amante, pero desistió por la responsabilidad histórica de haber sido la causante de que, por primera vez, un rey de Inglaterra abdicara el trono. 

Después de cuatro años y tres meses de intensa pasión la duquesa rompió su relación con Jimmy y nunca lo volvió a ver a causa de una patada que recibió de él y que la dejó sangrando

Mas tarde, él fue acusado de haber asesinado a su amante homosexual, David Morra, conocido como Lucky, quien apareció muerto en la mansión de Donahue, en Hawaii, cuando se alojaba en ella. Muchos sospecharon que la policía fue sobornada para aceptar como muerte natural lo que todo parecía indicar que era una muerte violenta.

Jimmy murió el 8 de diciembre de 1966, a los 53 años. El duque,f alleció seis años más tarde, y la duquesa los sobrevivió a ambos hasta abril de 1986, cuando falleció a los 89 años.

No hay que olvidar que, en la primera mitad del siglo XX e incluso mucho más tarde, no era fácil airear la propia tendencia sexual no ortodoxa y, mucho menos, para quienes representaban a la realeza o aristocracia de cualquier país europeo y, más aún, si lo eran de un país que todavía estaba mediatizado por la etapa victoriana y sus rígidas normas morales y prejuicios que convertían a ciertas cuestiones escabrosas en un tabú.

Muchas de estas supuestas historias de amor apasionado, de antes y de ahora, pueden esconder muchas sorpresas y muchos enigmas que nada tienen que ver con el amor y sí con otras cuestiones más prosaicas, utilitarias y a menudo poco convenientes para salir a la luz pública para el buen nombre de sus protagonistas y de aquello que representan.

El matrimonio de los duques de Windsor tiene demasiados claroscuros, enigmas, luces y sombras que solo sus protagonistas podrían desvelar. No fue quizás el amor apasionado lo que les unió, sino, quizás, una necesidad mutua de ser aceptados, de confianza y afecto que ambos se ofrecían, y por la simbiosis que se establecía entre ellos: la de una mujer de carácter fuerte que era el contrapunto adecuado a otro temperamento más débil, que necesitaba sentirse sometido. Con esa mujer decidida y dominante al lado podía vivir su vida pública con normalidad y plena aceptación social, dejando las sombras para una intimidad compartida en la que ambos se sentían seguros de miradas indiscretas y ávidas de morbosidad ante las que evitaban descubrir sus propios demonios interiores.
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